Puede resultar curioso que alguien no nacido en Totana escriba estas semblanzas de lo que no vivió, pues solamente llevo residiendo aquí treinta años que se cumplieron el 25 de abril, pero cualquier persona que se interese por este lugar tocado por la mano de Dios y la busque, la puede encontrar como he hecho yo. No he vivido los años de los que en su mayoría hablo, no he conocido cosas de las que escribo pero el amor a esta ciudad-pueblo me ha hecho buscarle hasta sus entresijos y ella se ha abierto en canal para mí y gracias a eso puedo pergeñar estos pequeños homenajes.
Muchas de las cosas que escribo no están en los libros de historia porque son cuestiones menores, que no ven en ellas los cronistas nada importante para reseñar, simples hechos cotidianos que no merecen ser reseñadas. Se equivocan, no están escritas pero quedan en la memoria popular y los ancianos las cuentan.
Naturalmente antes de escribir busco en la historia y luego pregunto a los más mayores, algunos de los cuales me dicen que eso se lo contó su abuelo, pero la suma de estos factores me da idea de lo que era y en función de eso escribo como es este caso.
El primer documento en que he buscado es el callejero de Pedro Munuera Villar, hijo del primer historiador de Totana Munuera y Abadía, del año 1932, que me dio pie a mis preguntas, pero dejé de prestarle atención histórica cuando leí en una de sus calles que la reina Isabel la Católica era esposa de Fernando III el Santo, muerto doscientos años antes de nacer ella, decidí fijarme en sus informes y preguntar a los ancianos del lugar, por esa razón solamente me sirvo de él para la cotidianeidad..
Nos cuenta Munuera que esta calle se llama así por una hornacina que hubo en tiempos en ella de la Virgen de la Caridad, pero añade por su cuenta que en esa calle vivió una mujer apodada la Pipirita.
Me llamó más la atención este apodo que el resto de la calle y me dediqué a enterarme de los avatares de aquella mujer y las respuestas no me defraudaron. La razón es que en Mula, el pueblo de mis padres, había una mujer llamada María y apodada igual, motivo por el que me interesó sobremanera, ya que las coincidencias eran totales.
Pipirita en la antigua lengua murciana es el equivalente a pizpireta, mujer delgada, de ágiles movimientos, vivaz, alegre, presumida y dicharachera. Lo que aquella señora me contó coincidía plenamente con el personaje que conocía, ya que decía que aquella mujer pequeña, delgada y presumida era una máquina de hablar, "un no parar, como si tuviera siete lenguas".
Por lo que estas personas escucharon de sus mayores, la Pipirita era una excelente mujer, servicial, trabajadora y amable que siempre estaba dispuesta a colaborar con cualquier vecino que la necesitara. Pero la buena mujer hablaba y hablaba sin medida, razón por la cual muchas veces las vecinas se excusaban con prisas por cualquier cosa con tal de no seguir escuchando.
Este pequeño detalle hizo que me decidiera a escribir esta breve semblanza en homenaje a una sencilla mujer que vivió en esta calle, en la que reinaba por su buen corazón y su larga lengua que, si no criticaba, siempre sabía la vida de todos.
Puede que a muchos este detalle les parezca insignificante, pero a mí me lo sugirió una mujer que conocí de niño y de adolescente que era un torbellino de trabajo y de no parar de hablar, de la cual tengo gratísimos recuerdos y montones de anécdotas que no cuento porque no era de aquí.
Me gustaría con estos cortos comentarios que los totaneros que aman su ciudad la busquen como hago yo a diario, que conozcan sus calles, que hablen con su gente, que aprendan de los ancianos y que cada rincón contiene una historia que escuchar y contar.
Juan Ruiz García